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sábado, 28 de abril de 2018

Lo que deberían ser asignaturas


Cuando éramos niños nos enseñaron el lenguaje, el pensamiento matemático, el desarrollo físico, las partes de nuestro cuerpo, de qué está formado y sus funciones. Nos inculcaron una disciplina, unos modales y valores básicos.

Pero jamás nos enseñaron a sentir. A descifrar los sentimientos y emociones que internamente podamos notar. A cerrar los ojos y sólo percibir aquello que pueda invadir todo nuestro ser, célula a célula. ¿Cuantás veces os habéis sentido mal y no sabíais el motivo? Y ni mucho menos, nadie nos ha preparado para empatizar con el resto de personas. No hemos sido instruidos para interpretar, ni traducir, las inquietudes de los seres con los que interactuamos. Nadie nos a dado lecciones para despedirnos o separarnos de alguien cuando llega el momento. Ni si quiera, a saber cuándo es la mejor oportunidad para hacerlo. A perdonar. A cómo encajar nuestros errores o los errores de los demás. A cómo tomar decisiones difíciles. A no tener apegos materiales o espirituales. Nadie nos ha iniciado en el amor, esa maravillosa sensación, pero también esa angustia de estar enamorado. Ninguna persona nos ha adverido sobre el desamor, o lo que se sufre cuando te rompen el corazón.

En definitiva, no nos ha instruido sobre el alma. Me pregunto, ¿De qué estará hecha? Quizá de sentimientos, de ilusiones, de esperanzas, de anhelos o de sueños. Quizá ella misma actúa, hace y deshace, sin que nosotros lo sepamos. Pudiendo aliviar o herir, dotándose de inocencia o dolor respectivamente. Teniendo un pacto con nuestro corazón o siendo consejera de la mente.

Lo que en el fondo sabemos, es que el alma nos acompaña en todo momento, aunque algunos no lo quieran creer. Y lo peor de todo, es que no nos enseñaron a a curarnos de sus heridas. Lo peor de todo, es que no existen cirujanos para el alma.


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