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Tuve el honor de poder contestar a varias preguntas de Jhoanna.  Os dejo enlace.                                                            ...

martes, 11 de diciembre de 2018

Consejos para llenar tu vida de vida.

- No está permitido llevarse dinero a la tumba. Solo plenitud. Haz más de aquello que realmente te llene.
- Trabaja menos.
- Agradece, agradece, agradece. Agradece por lo que tienes, por los pequeños detalles: por poder ver, caminar, sentir, ¡por vivir!
- Se consciente de que todo está en constante cambio. Si estás pasando por un mal momento algo bueno llegará pronto. A la inversa, si estás viviendo buenos momentos no te derrumbes si llegan problemas o sucede algo grave o preocupante. Todo cambia. Asúmelo.
- Lo más valioso en la vida es tu salud. Cuídala.
- Tu tiempo vale más que el oro. Aprovéchalo.
- Hazte esta pregunta todos los días: ¿Merece la pena, cuánto tiempo voy a estar muerto?
- Pasa más tiempo y disfrútalo al máximo con la gente que adoras y te quiere.
- Cuídate, mímate. Nadie lo hará mejor que tú a ti.
- Pasa todo el tiempo que puedas en la naturaleza.
- Aprende de tu entorno. De las vivencias de los demás individuos que te rodean. De las tuyas propias.
- Evoluciona, no te estanques. Intenta ver las cosas de todas las perspectivas posibles, crece como persona.
- Cultiva tu mente y tu cuerpo.
- Estudia, invierte y dedica tiempo en aquello que te apasione. No estudies algo pensando en que va a aportarte un alto estatus económico. Explota tu talento natural y seguro que destacarás tanto en ello que podrás ganarte la vida y tener éxito. Aparte de trabajar de algo que te llena y te encanta hacer.
- Se consciente de que cualquier día te llega la hora de partir. Vive el día a día. Si tienes que hacer algo no esperes. Hazlo YA. A veces hay que quitarse los miedos, llenarse de valentía y empezar por el final. Las oportunidades solo bailan con aquellos que ya están en la pista de baile.
- Cree en ti más que en nadie. En tus intuiciones y tus pálpitos. Mira siempre en tu interior. Ya sabes de sobra lo que quieres y hacia dónde hay que tirar. Acostúmbrate a escucharte.
- Aprende a decir NO. No sientas culpabilidad por ello. La culpabilidad es enfermiza y corroe a lo largo de los años.
- Se generoso y ayuda a los demás cuando se preste la oportunidad. Si no puedes recibir nada a cambio, no te preocupes, te llegará por otros medios.
- Para entenderte analiza tus raíces. De dónde vienes es importante. La infancia es algo que te marcará para el resto de tu vida.
- Jamás dejes de soñar, cuida a tu niño o niña interior. No te vuelvas alguien que se cree adulto por hacer siempre lo correcto y no seas estricto contigo mismo. Permítete el tiempo para ser espontáneo, bailar, reír a carcajadas, bromear, hacer el tonto y disfrutar de ello.
- No importa lo que los demás crean de ti. Sólo lo que tú pienses de ti. Nadie vive tu vida, sólo tú. No malgastes tiempo en esto.
- Siente más y piensa menos.
- Intenta juzgar lo mínimo posible a los demás y decir “ésto jamás lo permitiría”, “esto jamás lo haría”. La vida te pondrá a prueba si hablas demasiado y seguro te llevas sorpresas.

martes, 30 de octubre de 2018

Angeles caidos del cielo


Después de sentir el anhelo,
cuanto más se acerca el momento,
más miedos siento.

Es curioso, si es lo que siempre he buscado,
será que tengo que sacrificar mi presente,
sacrificarlo todo,
por eso llamado sueños.

Quien pensaba que iba a ayudarme o apoyarme,
no ha estado.
Me sorprende y agradezco a esas personas que de momento están a mi lado.
Esas que el universo me ha puesto en el camino,
son ángeles caídos del cielo.

lunes, 30 de abril de 2018

El viento limpia la ciudad


Miro por los dos palmos de cristal de la oficina que da a la calle y veo que hoy hace muchísimo viento. Y me alivia. Lo necesitábamos, para que pueda llevarse esas promesas no cumplidas, los restos de sueños rotos, las ganas de querer construir en arenas movedizas, las frustraciones de vivir vidas que no corresponden, la contaminación que nos ahoga, la negatividad acumulada en el ambiente por ver que este puto mundo no avanza.

Todo esto que se lleva es lo que hace ese ruido grave entre las calles de la ciudad, que va chocando contra muros y edificios y es esnifado por las rendijas que hay a su paso. Que ilusos, y nosotros que pensábamos que era el sonido del viento, pero en el fondo sabemos que no los es, porque de alguna manera sentimos que nos pertenece.


Estamos en otoño, veo las hojas volar por los aires a través del cristal. Me dan envidia. Sigo encerrada en esta maldita oficina. Mejor hablemos de esas hojas que se arremolinan en el suelo, jugando unas con otras al "pilla, pilla", haciendo ruido cuando saltan y vuelven a chocar contra el suelo; o de las otras que simplemente se dejan arrastrar de un lado a otro en bandadas por la fuerza del aire. Se parecen a nosotros, adormilados y vendidos a esa garra que nos manipula y nos lleva de un lado a otro según sus beneficios.

Yo quiero pertenecer a las que vuelan, solitarias, vagando y flotando, aunque siguen sin desprenderse del aire, pero parece que son más libres. Y cuando me quedo fijamente observándolas, me consuela.

sábado, 28 de abril de 2018

Caramelo de muerte relleno de vida


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Salió de su casa corriendo, cerrando la puerta con rabia, de portazo, mientras le caían las lágrimas, desbordándose de los ojos. Recorrían sus mejillas, llegando hasta la comisura de los labios, pudiendo degustar el sabor salado a decepción y desconsuelo.
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No sabía hacia dónde se dirigía. Ni si quiera se detenía en los semáforos. Sólo sentía un impulso por desaparecer, fugazmente de la faz de la tierra. Como si corriendo a aquella velocidad, en algún momento fuese a abrirse un portal hacia otra dimensión.
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Después de correr desesperadamente durante veinte intensos minutos, se detuvo en seco, levantó la cabeza y vio dónde estaba, quedando maravillada por el entorno. Aquel lugar, en medio de la oscura ciudad, desentonaba totalmente con la zona.
Sin darse cuenta, se adentró en lo que parecía un inmenso parque, a través de los enormes porticones abiertos.
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Allí se encontraba, en un cementerio remoto al este de París.
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Cuánta vida en un lugar tan muerto. Cuánta vegetación y flores en un espacio tan marchito. Cuánto frescor en un sitio tan pesaroso. Escuchaba el cantar de los pájaros. Qué lugar tan agradable en medio del sufrimiento. Con tanta fuerza. Rebosante. Como la vida misma, pensó.
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Miró a su alrededor, y vio aquella estatua tallada en mármol acompañando a una de las lápidas. Una mujer llorando, desconsolada. En esa figura había quedado el dolor petrificado y enquistado. Iba de la mano de la muerte, pero bajo una atmósfera de vida. Encontró consuelo en ella.
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Nunca habría pensado que pasear entre difuntos pudiese ser tan hermoso.
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Al anochecer, decidió volver a casa, sosegada, abrazando al dolor.
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Había que dejar descansar a los muertos.
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Ella aún respiraba.
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Lo que deberían ser asignaturas


Cuando éramos niños nos enseñaron el lenguaje, el pensamiento matemático, el desarrollo físico, las partes de nuestro cuerpo, de qué está formado y sus funciones. Nos inculcaron una disciplina, unos modales y valores básicos.

Pero jamás nos enseñaron a sentir. A descifrar los sentimientos y emociones que internamente podamos notar. A cerrar los ojos y sólo percibir aquello que pueda invadir todo nuestro ser, célula a célula. ¿Cuantás veces os habéis sentido mal y no sabíais el motivo? Y ni mucho menos, nadie nos ha preparado para empatizar con el resto de personas. No hemos sido instruidos para interpretar, ni traducir, las inquietudes de los seres con los que interactuamos. Nadie nos a dado lecciones para despedirnos o separarnos de alguien cuando llega el momento. Ni si quiera, a saber cuándo es la mejor oportunidad para hacerlo. A perdonar. A cómo encajar nuestros errores o los errores de los demás. A cómo tomar decisiones difíciles. A no tener apegos materiales o espirituales. Nadie nos ha iniciado en el amor, esa maravillosa sensación, pero también esa angustia de estar enamorado. Ninguna persona nos ha adverido sobre el desamor, o lo que se sufre cuando te rompen el corazón.

En definitiva, no nos ha instruido sobre el alma. Me pregunto, ¿De qué estará hecha? Quizá de sentimientos, de ilusiones, de esperanzas, de anhelos o de sueños. Quizá ella misma actúa, hace y deshace, sin que nosotros lo sepamos. Pudiendo aliviar o herir, dotándose de inocencia o dolor respectivamente. Teniendo un pacto con nuestro corazón o siendo consejera de la mente.

Lo que en el fondo sabemos, es que el alma nos acompaña en todo momento, aunque algunos no lo quieran creer. Y lo peor de todo, es que no nos enseñaron a a curarnos de sus heridas. Lo peor de todo, es que no existen cirujanos para el alma.


Mundo de Fantasía vs Realidad

La mayoría de las veces, y sobretodo en lo que al ámbito de las relaciones se refiere, nos sentimos inmersos en un mundo de ilusión, de imaginación, durante un tiempo. Un mundo con muros que llegan hasta lo más alto, impenetrables por el dolor o el sufrimiento. Y por allí caminamos solos, o de la mano de alguien, sin miedos, sin apegos, sin caos alguno.

A ese lugar lo podríamos llamar mundo de Fantasía. Dónde si se escribiesen historias desde allí, serían con tinta de color rosa, dónde el papel quedase impregnado de olor a lavanda o alelí.

Quería seguir en Fantasía, en su burbuja de terciopelo. Donde sólo estaban él y ella, sus abrazos y su primer beso en la frente. Dónde ella se creía especial y única. Dónde lo que se sentía era intransferible. Indescriptible. Dónde podía reconstruir en su mente a esa persona, conocida, pero por conocer. Dónde podía divagar en sus pensamientos, queriendo creer cómo era él, haciéndolo encajar en su complicado engranaje mental. Dónde sólo existían momentos en los que el tiempo se esfumaba, absorbido por miradas y caricias envueltas en silencio.

Pero desgraciadamente, después de llevar unos días en ese mundo, y sintiendo la sensación de que caía al vacío, percibiendo la adrenalina dentro, el aire fresco en el rostro, los brazos abiertos y el corazón de par en par, de repente se estampaba de lleno con la realidad. Como quién se tira de un octavo piso.
Mientras caes, quizá disfrutas de la caída, queriendo ver la verdad pasar rápido ante tus ojos, sin prestarle atención. Hasta que impactas con el suelo. De lleno. Y en la misma postura, con el corazón y los brazos abiertos.

Sustancialmente después del impacto, despertó, irremediablemente. En otro mundo, llamado Realidad.
Dónde si se escribiesen historias desde allí, serían de color gris o marrón, con olor a tierra mojada. Dónde sí existe el sufrimiento, dónde hay dolor, dónde se encuentra la trayectoria que te ha llevado hasta dónde estás, y a los caminos que siguen a partir del momento presente.
Y allí volvía ella. A tener que lidiar con todo aquello que le hacía reflexionar en cómo, quizá, es esa persona en la vida real. A que su engranaje mental era difícil de encajar. A la dura verdad y destino.

Entendiendo, entonces, que sólo se puede vivir en Fantasía un tiempo, mientras dure la caída. Y más vale que sea de un primer piso, porque contra de más altura sea, contra más largo sea el desplome, peor será el impacto después.


Quizá aprenda a olvidar escribiendo de ti.


Indescriptiblemente puro


Me encanta lo escrito en la piel con la yema de los dedos. Me encanta cuando dos personas se miran y desaparece todo a su alrededor. Me encantan las camas sin hacer. Me encanta la gente que al salir al exterior mira al cielo. Me encantan las madrugadas y los silencios llenos de caricias y de gestos que erizan la piel. Me encanta que las personas adultas sientan curiosidad y sigan sorprendiéndose por la vida. Me encantan las caras manchadas de maquillaje y los pelos despeinados. Me encantan los sueños de la gente. Me encantan las personas que lloran inesperadamente. Me encantan las cartas fortuitas en el buzón de alguien especial. Me encanta la gente cuando va borracha y no puede ser otra cosa que honesta. Me encantan los bailes alrededor del fuego, al ritmo del timbal. Me encantan los sofás llenos de pelos. Me encanta cuando las personas odian al malo de la película o repiten la escena mil veces en la que el bueno muere. Me encantan las risas descontroladas. Me encantan los ojos brillantes, llenos de vida.

Me enamoro de todo lo que sea puro de corazón. Me enamoro de las personas que son puras y auténticas todo el tiempo. La pureza es demasiado valiosa como para describirla con palabras.

Sendas impenetrables entre miradas



Qué duras son las despedidas. Sobretodo las despedidas inciertas. Nada que ver con esas que significan “hasta pronto, nos vemos”, o por el contrario, esas en las cuales algo dentro de ti sabe que son para toda la vida.

En éstas últimas, dices adiós, saliendo de tu casa, siguiendo a esa persona hasta el aparcamiento. Todo porque intuyes que es posible sea para siempre. Por no querer achucharla tan fuerte que puedas desencajar su columna vertebral, abrazas inconscientemente un cojín, aunque sea en medio de la calle, porque no sabes cuándo la vas a volver a ver, o ni siquiera, si lo volverás a hacer. Y en el fondo, lo asumes. Eso sí, junto a tu cojín.

Pero las peores despedidas, son las que no tienes ni idea de cuándo será la próxima vez que verás a la otra persona, pero en ese instante, toca separarse.

Allí estaban, como cada vez que quedaban y se comían las horas juntos, como si fuesen lacasitos. En el mismo andén, en la parada de metro que separaba sus destinos. Justo en medio de dos vías, una de ellas que viene, otra que va. Los vigilantes de la estación, desde las cámaras, debían pensar: “Ya están aquí estos dos otra vez”. Allí se quedaban hablando, repitiendo, discutiendo cariñosamente, intentando, evitando. Luchando contracorriente, bajo presión, por una situación inexplicable. Y así podían estar horas. Uno queriendo correr en un sentido, el otro queriendo ir en lado opuesto, pero sin poder soltarse de la mano.

Sin embargo, tras encontrarse en un bucle infinito, tenía que llegar el momento de separarse. Por una decisión firme, aprovechando la llegada del tren que debía coger él, justo mientras más de una treintena de personas bajaban de los vagones y se desperdigaban a lo largo del andén, entremezclándose unas con otras; ella decía alguna frase bruscamente, se daba la vuelta y se marchaba. Y sin poder contestar nada, así mismo hacia él, caminando en sentido contrario, en dirección al vagón más cercano con las puertas aún abiertas.

No obstante, sincronizados, después de cuatro pasos y tan solo unos segundos, sentían la necesidad de buscarse. Estando ya a tres metros de distancia, con gente como hormiguitas por un corredor, justo cuando se giraban, a la vez, en ese específico momento, sus ojos se volvían a encontrar. Como si sus retinas hiciesen un zoom de una a otra. Como si fuesen rayos láser, que se buscan y se hacen sitio, pasando por en medio de los pendientes en forma de aro de la joven que vuelve de fiesta, como ellos. O por la dilatación del chico adormilado aún, que entra a trabajar en domingo. Por el asa del bolso colgado del hombro de una mujer. Y así se hacen camino las miradas, entre la gente, justo en línea recta, impenetrables. Cómo si una fuerza magnética no dejase interponer nada entre ellas en ese preciso instante.

Y sólo se miran. Un segundo, dos segundos, tres segundos... y los dos se vuelven a girar. Removidos. Resignados. Indecisos, siguen caminando en direcciones opuestas, mientras esa mirada va grabándose a fuego en su alma.


En los detalles está lo interesante


La hacen especial. No la forma de vestir, no la forma de peinarse, no si su piel está bronceada, seca o brillante por la loción corporal. No si es baja o alta, o si las partes de su cuerpo son proporcionadas.

Lo que la hacen exclusiva, es el gesto de tirarse el pelo hacia atrás con una sola mano, de mojárselo cada vez que entra en un baño. La manera en que juguetea con él con un dedo, mientras piensa en las palabras, en medio de una conversación intensa.

La forma de mirar a los ojos, penetrante, saltando de uno a otro, en milésimas de segundo. El talante con que se humedece los labios, con el que se le enrojecen las mejillas con la segunda copa de vino, con el que le brilla la retina cuando recibe una sorpresa o se encharca cuando habla de algo doloroso.

Su risa, su sonrisa.

El modo de coger un libro, un bolígrafo, o el teléfono para escribir un mensaje. De ponerse unas gafas o simplemente de aguantar el cubata. O sencillamente el tono de la primera palabra al contestar una llamada.

El porte al abrocharse el botón de una chaqueta o una camisa, o cuando se ata los cordones de los zapatos. El estilo al coger los cubiertos mientras come.

La forma de sentarse, a veces con la pierna derecha cruzada, con las dos piernas separadas, o con la pierna izquierda en constante movimiento.

La peculiaridad de caminar, de avanzar, paso a paso por la vida.

Dejemos las superficialidades a un lado. Éstos son los detalles que marcan la diferencia en una persona, los que realmente la hacen especial e interesante. Y sobretodo, única.


¿Qué es bonito?


Me pregunto: ¿Qué es belleza?

Al llegar a cierta edad nos vemos algunas canas y salimos corriendo al supermercado a comprar un tinte.

Intentamos engañar a los demás, engañarnos a nosotros mismos, pero no podemos engañar a la naturaleza. Todo aquello que está en contacto con el oxigeno, envejece o se oxida.
Llevamos el pelo de mil formas: rubio, castaño, oscuro, sedoso, ondulado, rizado, así o asá. Pero, un sólo pelo o un pelo que se cae, ¿Qué belleza tiene?

Pogámonos en el supuesto de que a una infortunada muchacha se le cae un pelo, en las tostadas con mermelada, al preparar el desayuno de su marido. Cuando éste lo encuentre, dirá: "¡Un pelo, que asco, me has estropeado el almuerzo!". Y es curioso, porque el marido lleva diciéndole a su mujer toda la vida que tiene un pelo precioso.

Creo que la misma deducción podríamos emplearla con los dientes. "Qué hermosa sonrisa", nos dicen, "qué dientes más bonitos, qué precioso conjunto de perlas". Pero cuando un diente se rompe, se cae, ¿Qué hacemos? ¿Guardamos esa valiosa perla en un joyero? No. La tiramos, porque es un trozo de hueso.

¿Y qué me decís de las uñas? Pintadas de un color que armoniza con el color de la piel, o con la ropa. De nuevo al cortárselas, la pobre chica deja caer una uña en la comida. Una uña asquerosa. Imaginaros la cara del marido. Y éste, ha estado diciendo toda la vida: "Qué manos y qué uñas más lindas tienes". Pues la chica podría pensar, si mis uñas son bonitas bien pintadas y mi comida también lo es, juntas son doblemente bonitas. Cómetelas.

¿Qué es bonito?

Nuestra piel. Brillante. Suave. Coge una cuchilla de afeitar y pela un poco de ella, a ver si es bonita.
¿Hay algo bello en el interior de nuestro cuerpo? Si fuese así, saldría algo agraciado por algún orificio. Y decirme, pues, de qué orificio sale algo hermoso.

La belleza solo se aprecia en un todo, cuando realmente está integrada. En su conjunto. La belleza es el grupo de muchos componentes, bonitos, no tan bonitos, pero es el cúmulo de ellos lo que forma la verdadera perfección. Cuando esos componentes se desintegran, piedren su encanto.

Dejémos de pensar en los cánones de belleza que nos marcan las modas, que nos quieren meter con embudo a base de estereotipos. Dejemos de tener prejuicios sobre nuestro cuerpo o sobre el de los demás. Demos más valor al conjunto, a la combinación de factores que hacen de cada persona algo extraordinario.


CAPRICHOS DEL DESTINO


Dime si alguien puede temblar sólo al idealizar,
o tal vez, tambalearse de realidad.

No dejes de imaginarme, aunque no quiera verte.
Yo seguiré pensando lo impensable, sólo de pensarte.

Seguiremos corriendo de la mano en otra dimensión.
Próximo destino inalcanzable: la situación.

Tengo que digerir la sopa de letras en la que nos encontramos,
donde tu nombre se cruza con el mio, pero sigue de largo.

Me he comprometido a deshacer lo que no se debe.
Ya no puedo decir lo que debería callarme.

Quiero enterrar ahora, que aún puedo, todo lo que recuerdo.
Déjame sentirte cerca, aunque estés lejos,
dejando fuera lo que está muy dentro.

Pretendo atrapar al momento presente y entregarle mi corazón.
Él es mi relevo, seguirá adelante, yo me detengo.
Por esta vez, soy la razón.

Mostraré con silencios lo que siento y,
dejémoslo al descubierto, lo único que pasa entre nosotros son los segundos,
y las palabras, y los pensamientos, y son intensos.

Todo esto, en un suspiro del tiempo.


Sobre sufrimiento


¿Tiene sentido sufrir en esta vida? ¿Existe un varemo que mida el sufrimiento que es capaz de soportar el ser humano?

Me pregunto cual es el límite que tiene una persona cuando hablamos de sufrimiento y si encontrarle sentido es beneficioso o no.

Un chimpancé que ha sido inyectado cientos de veces para experimentación humana por la cura del cáncer, ¿Sería capaz de entender el sentido de ese sufrimiento? Lógicamente, no. Si le preguntásemos el significado, debido a su limitada inteligencia con respecto al hombre, éste no podría contestarnos. El chimpancé no puede introducirse en el mundo del hombre, que es el único mundo donde comprendería su sufrimiento. ¿Y qué hay del ser humano? ¿No es concebible que exista la posibilidad de la existencia de otra dimensión, de un mundo más allá del nuestro, un mundo donde la pregunta sobre el significado último de su sufrimiento obtenga respuesta, y por consiguiente sentido?

Mucha personas se sienten avergonzadas por llorar. Hablar del sufrimiento o de los problemas es un tabú para ellas. Por el contrario, pienso que sufrir determina la valentía del hombre, que tiene verdaderamente el valor de hacerlo y lo reconoce. No creo que sea algo que se tenga que ocultar, más bien algo que debe ser reconocido y digno.

Tanto placer como dolor, crean desdicha en el ser humano. Y por consiguiente, angustia. Si sientes placer, te sientes desdichado cuando éste desaparece. Si sufres, estás deseando que el gozo vuelva y también te sientes mal. Quizá vemos el sufrimiento como algo negativo porque juzgamos que el dolor es algo negativo, igual que juzgamos que el placer es algo positivo. Si tuviesemos la capacidad de no valorar la pena o el gozo como algo bueno o  malo, y nos limitásemos simplemente a observar, sin juicios de valor, quizá evitaríamos sentirnos tan desdichados.

Me cuestiono si la manera de aceptar y sobrellevar el sufrimiento es hallarle sentido. Cuando perdemos a un ser querido, sobretodo si muere joven, pensamos que su vida puede haber sido más plena, rica en alegría, amor y con más significado que una vida que hubiera durado noventa años. Y pensando así, parece que sufrimos menos. Otras gentes se apoyan en creer en un ser superior. El enfoque para hacer frente a la pena, que se basa en la idea de que exista un Dios, me desconcierta. Cuando un creyente tiene una enfermedad y se cura, se siente aliviado porque piensa que el buen Dios lo ha curado. Pero se le olvida, totalmente, que primero el buen Dios ha enviado supuestamente esa enfermedad.

Este sentido último, sobre el sufrimiento, excede y sobrepasa, necesariamente la capacidad intelectual del hombre. No creo que la clave resida en soportar la insensatez de la vida, sino más bien en asumir racionalmente la propia capacidad del ser humano para aprehender toda la sensatez incondicional de esta vida. Así mismo en la capacidad como seres humanos de soportar ese sufrimiento y encontrarle un sentido.

Seamos como las flores de loto que crecen en el fango. Eres valiente por sufrir y seguro que tiene un buen sentido. Es importante no caer en la negatividad de ser mala persona por haberlo hecho. Ésto no justificará que seas bueno o malo. Ser un cerdo o un santo dependerá de tus decidiones y no de tus condiciones.


El tiempo sólo cunde cuando está lleno de vida


Hay encuentros fulminantes, que dejan huella grabándose a fuego en el alma. Lo recuerdo como si fuese hoy.

Bajaba en el ascensor del metro habiendo marcado previamente el botón hacia el núcleo de la tierra,  descendiendo 90 metros por debajo de la superficie, que no es poco. Tuve que ir en transporte público, porque al estar en paro, me pareció más barato (no pasaré por alto decir, ya que estamos, que si siguen subiendo el precio de los billetes al final será más barato desplazarse por la ciudad en moto o coche. Después que se alarmen por la polución. Y pensaréis: en bici. No os engañéis, Barcelona no es Amsterdam. Por mucho que digan, te juegas el pellejo si vas por la ciudad en bici).

Venía de una entrevista de trabajo, de esas de las que cuando te presentas, quieren venderte la moto para que te apuntes a un curso (pagando, claro) con opción después a una supuesta bolsa de empleo.

Estaba desanimada porque quería tener un sueldo, no gastar dinero que no tenía. Se abrieron las puertas del ascensor y escuché el metro entrando a la estación. Salí escopeteada hacia el andén. Cuando llegué, ya estaba estacionado con las puertas abiertas. Entré dentro, sofocada y me senté en los asientos que me quedaban de frente y dando la espalda a las vías. El vagón estaba vacío, era una línea que según a qué horas era poco concurrida. Me quité el abrigo y lo dejé en el asiento contiguo. Al levantar la cabeza, allí estaba él, obervándome. Sentado en los asientos de piedra del andén. Justo en línea recta, ni un milímetro más, ni uno menos, delante de mí. Era joven, tendría mi edad. Con el pelo moreno, la tez pálida y ojerosa. Muy delgado. Bien vestido y pulcro. Nos quedamos mirando el uno al otro. Durante esos segundos desconecté por completo, como si la tierra hubiese dejado de girar sobre sí misma y alrededor del sol. Sólo estábamos él y yo, separados por dos metros y medio y el vidrio de la ventana. Algo en mi interior me dijo: "él está peor que tú. Ese parecer es de enfermo, muy enfermo. Y se está muriendo". Los pitidos de aviso de cierre de puertas me sacaron de mis pensamientos. Pero seguíamos mirándonos. Las puertas del metro se cerraron. Seguidamente, él me regaló una sonrisa. De oreja a oreja. Pero no fue simplemente el gesto. Venía cargada de amor, de ternura, de vida, con un toque de resignación y aceptación. Lo pude percibir. Y yo al sentirlo tan profundo, le devolví el mismo gesto, sobrecogedor. Cargado de protección, de compañía, de afecto y consuelo. Y el metro arrancó. Pero ni si quiera nos seguimos con la mirada, porque el regalo ya nos lo habíamos dado. Cada uno se quedó en la misma posición, mirando hacia el frente. Yo hacia la penumbra que pasaba de largo por los túneles y él hacia las vías y el andén opuesto, seguramente vacío todavía. Pero esa sonrisa se quedó registrada en mi retina, ocupando un espacio dentro de mí. Y la mía se fue con él, acompañándolo en esos momentos tan duros. Esos que sufren y sólo saben las personas que comprenden que tienen que partir pronto.

Y cuando bajé en la siguiente parada, todo era distinto en mi interior. Había desaparecido milagrosamente cualquier malestar. Ese día olvidé por completo que no tenía trabajo y recordé que tenía una vida.

Quizá él esperaba a alguien o quizá se quedó allí sentado el resto de la mañana regalando sonrisas, y a la vez llenando el tiempo que le quedaba de vida.

Gracias a esos desconocidos que regalan gestos cargados de afecto. Son más valiosos cuando en la ciudad las personas van deambulando por las calles con prisa, entrelazándose unas con otras, como si se cruzasen con el viento.


Declaración de guerra


Me tienes harta. ¿Acaso piensas que tienes algo que ver conmigo? No somos amigas, no. Yo, soy yo. Tú, eres tú. Somos independientes una de la otra. Déjame en paz, eres peor que mi sombra. Ella es oscura, pero parece ser que tú también. Siempre hablando, sea de lo que sea. No te pido opinión y tienes que estar valorándolo todo y lo peor es que tienes que exponerlo. Qué pesada. Y cuando tienes un mal día, yo tengo que acarrear con eso. Te aferras al dolor. Y no hablemos de cuando inventas, haciendo conjeturas de cosas que mis ojos no ven. Si no te presto atención, aún lo haces con más insistencia. Eres capaz de repetir lo mismo cien veces. ¿Acaso tu me escuchas cuando te hablo? No, nunca. Que te quede claro ya de una vez: mi intuición y mis pálpitos no tienen nada que ver contigo.

Cuando paso de ti me vienes con cuentos, con historias, con ilusiones, con chuminadas. Cuando te hago caso me vienes con miedos, con desconfianzas, con prejuicios. Dime, ¿De qué te alimentas? Porque si yo no lo hago, espero que mueras de hambre.

Intentas aliarte con mis sentimientos y emociones, tratando ser su causa, mezclándote con ellos.
Dentro de lo más profundo estás arraigada con más de mil clavos punzantes, remachados a maldad con fuerza. Quitaré clavo a clavo, cueste lo que cueste, para poder liberarme. Y cuando lo consiga, te arrojaré al vacío, arrancándote de mi para siempre. Mientras tanto, olvídame, te quiero calladita y voy
a dejar de escucharte Mente malvada, arrogante y perversa.
Crees que tú solo tienes el control. Pues vas lista. La guerra ha empezado. O te pones las pilas y me haces caso, o muere.


(Dedicado a las personas que sufren Tlp o borderline).



S.O.S (Save Our Souls) políticos de España



Queridos políticos,

Os escribe una joven española con infinitas inquietudes que se siente limitada (en cierta medida por vuestra culpa) en su triste día a día para poder conseguir sus metas, sus sueños, sus ilusiones. Imagino que no soy la única y que miles de españoles jóvenes y en la actualidad, ya no tán jóvenes, se sienten como yo ahora mismo.

Sopeso la situación en la que vivimos y me pregunto: ¿Tenéis conciencia? Porque si la tenéis, ¿cómo es posible que tengáis la conciencia tranquila?, Y si no la tenéis tranquila ¿cómo podéis gobernar en este estado de intranquilidad? Mire por dónde lo mire mi conclusión es que NO, NO TENÉIS CONCIENCIA. Entonces, ¿cómo pueden haber en el gobierno personas inconscientes?
Todos somos humanos, se supone que estamos cortados por el mismo patrón. Decidme pues, si cuando alguien humilde y honesto comete un error o una estafa se siente culpable, ¿qué pasa con vosotros?, ¿no sóis humanos? La respuesta es NO. No sois honestos, no sois humildes, no sois HUMANOS. Y para colmo sois unos inconscientes.

La palabra político en sí denota "afinidad".  Así pues, ¿realmente sentís afinidad por vuestro país y por sus habitantes? Según Wikipedia, en la mayoría de países el ordenamiento jurídico considera a los políticos elegidos como representantes del pueblo en el mantenimiento, la gestión y administración de los recursos públicos. Se supone que sois la voz del pueblo, y lo único que hacéis es callar la voz del pueblo. Y no hablemos de la democracia que tenemos hoy en día. Tanto que a algunos les gustan los zombies, ojalá aquellos que tuvieron los cojones (y sí, utilizo este término ordinario porque parece que denota más fuerza y claridad) de revolucionarse por una democracia, se levantasen de sus tumbas y viesen lo que está pasando y la democracia de pandereta que tenemos. Íbamos a hacer "The Walking Dead" versión Española. Y seguro que habría pactos, pero no entre vosotros, sino entre Zombies y humanos para luchar contra los políticos. Porque parece que sois la plaga de España.

Siguiendo con nuestra Wikipedia, considera que un político debe velar por el interés general de los ciudadanos y mantenerse dentro de una ética profesional de servicio al pueblo y no hacia sí mismo. Aquí aparece la palabra ética. Perdonar que os diga, pero vosotros no la teneís en vuestro vocabulario, ni tan sólo en vuestra mente. Vamos, que la desconocéis totalmente. Sin hacer demasiado incapié en el interés de los ciudadanos, que verdaderamente os importa bien poco.
Siguiendo con la descripción de internet las tres cualidades de un político son:
  • Pasión (servicio hacia una cosa).
  • Sentido de la responsabilidad.
  • Mesura (capacidad para dejar que la realidad actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad)
Vistos éstos tres puntos... creo que ya no hace falta que yo haga ningún comentario. Cualquier español que lea este artículo será capaz de sacar sus propias conclusiones sobre lo que debería ser un político y sobre las personas que tenemos actualmente formando parte del gobierno.

Tanto que nos gusta hacer tests psicológicos para entrar en una empresa y conseguir un puesto vacante, exámenes de aptitudes para entrar en la universidad u oposiciones para optar a un buen puesto de trabajo. ¿PORQUÉ NO EXISTEN PRUEBAS Y TESTS PSICOTÉCNICOS HUMANOS (bajo el código moral y ético de las personas) PARA PODER ACCEDER A CUALQUIER PUESTO DENTRO DEL GOBIERNO? ¿porqué no se expulsa inmediatamente de la autoridad a las personas que no cumplan con éste código moral tan básico?  
¿Qué pasa? ¿Que éstos códigos morales sólo son penados gravemente a los ciudadanos de a pie?
Porque indirectamente formáis parte de la felicidad del pueblo, porque sois su voz y no tenéis nada que ver, no llegáis a la suela de los zapatos si os comparamos con los españoles que día a día luchan por sacar a sus familias adelante, o por los cientos de jóvenes que intentan independizarse, estudiar y trabajar a la vez, o por las miles de personas enfermas que mueren por los recortes de sanidad. Porque si no cooperáis con cada habitante haciéndole la vida más fácil, cada uno de nosotros vive luchando por pagar facturas, impuestos e indirectamente vuestras vacaciones de verano, vuestros catering, vuestros negocios sucios, vuestras limusinas, vuestras deudas.

Porque nosotros vivimos para cumplir nuestros propósitos, no los vuestros. Porque no sois para nada reflejo de las personas luchadoras y humanas que pisan este país.

Sobre Impecabilidad


¿En qué momento una persona deja de ser auténtica? ¿Tomas las riendas de tu vida?
Creo que para que alguien pueda empezar de nuevo, darse una oportunidad, resolver algo que no le gusta de su comportamiento, debe primero asumir y entender el porqué actúa como actúa y la raíz del asunto. Hoy reflexiono sobre el tema y sobre la pédirda de mi impecabilidad a medida que han ido pasando los años.

Estamos continuamente inmersos en un sinfin de tareas diarias y obligaciones: nuestro trabajo, nuestros hijos, nuestra pareja, nuestra casa, nuestra hipoteca, nuestro físico, nuestra alimentación, nuestros estudios y podría seguir así hasta ocupar toda la página.

Se nos olvida algo importante mientras vivimos el día a día: nuestra conducta frente a las adverisades de la vida y comportamiento con los demás individuos. Vamos a trancas y barrancas, haciendo y deshaciendo, intentando pasar los obstáculos que la vida siempre trae consigo, pero no tenemos tiempo de parar. Parar y reflexionar sobre lo que éramos, sobre lo que somos, sobre lo que queremos ser. Y no hablo de lo que queremos ser cuando seamos mayores, cuando nos jubilemos, no hablo de nuestra vida profesional. Sino de lo que fuimos, somos y seremos como personas.

Es curioso, me hago esta reflexión porque lo veo en mi y lo veo en el resto de individuos. Lo veo en el mundo entero. ¿Te consideras una persona totalmente impecable? ¿En qué momento una persona deja de serlo? Decidme pues si los niños no son auténticos porque son los seres más humanos y puros que existen. Y ¿qué es lo que pasa entonces para que dejen de serlo a medida que van haciendose adultos? Porque si alguno de vosotros me dice que sigue siendo igual de inocente que cuando era un niño, miente.

Quiero seguir siendo impecable como era de muy niña, quiero seguir siendo auténtica como cuando lo era antes de que por algún motivo rompieran mi corazón. Quiero poder asumir las riendas de mi vida sin miedo a ser juzgada o castigada. Aprendiendo a soportar el dolor que conllevan los errores pero volver a ser íntegramente yo.

Cuando eres pequeño ya empiezas a decir mentiras. Os pongo un ejemplo. Estás patinando en el patio, pero sientes necesidad de ir al baño. Tienes terminantemente prohibido entrar con patines en casa. Pero sabes que es ir al baño y volver, son dos minutos y además vas a tardar más tiempo en quitarte los patines y volvértelos a poner. Como si fueses un espía de la Cia entras con los patines en casa, tu madre ni se entera porque está con el estractor encendido en la cocina haciendo la comida. Pero al llegar al rellano, no calculas bien tus pasos (porque lógicamente estás intentando caminar normal con patines) y te deslizas directo hacia el jarrón de la abuela. Se cae y se rompe en pedazos. Te quitas los patines en dos segundos y sales escopeteado hacia el balcón pensando en que jamás te habías quitado los patines tan rápido y que al final habría salido más a cuenta quitártelos para ir al baño. No obstante, te sientas en el suelo y actuas como si nada hubiese pasado. De repente oyes a tu madre vociferar por el pasillo hasta que ves su cara de enfado acercándose a la tuya. Cuando te pregunta qué ha pasado con el jarrón roto contestas que estabas jugando en el balcón tranquilamente y que habrá sido el gato.

¿Porqué? Para evitar el castigo, porque sabes que se te cae el pelo si le dices que has sido tú quien ha incumplido las normas y ha entrado con patines en casa. ¿Y qué pasa entonces? Que evitas la bronca pero a la vez dejas de ser impecable. Y si sigues haciendo esto y te acostumbras, dejas de tomar las riendas realmente de tus actos, porque no asumes las consecuencias de lo que te pasa creyendo que así será mejor porque no serás juzgado, pero a la vez dejas de ser tu mismo y además ¡llega un momento que no sabes ni quién eres! Llega un momento que piensas que mentir es mejor que cualquier sanción. Pero no sabes lo que viene después de no ser sincero. Conlleva pensar que no se puden cometer errores. Nos hemos acotumbrado a pensar que las personas no pueden cometerlos. Y eso no es así. Todo ser humano se rige por el mismo patrón y todo ser humano los comete a diario.
Y si extrapolamos esto, pensar en cómo va el mundo. Los seres humanos intentan sobrevivir y para ello se adaptan al medio en el que viven. Nos adaptamos pues a vivir continuamente entre mentiras y juicios de valor. Nos quejamos de que los políticos mienten, pero no somos capaces de mirar nuestra conducta. ¡Nosotros lo hacemos a diario!

Es una cadena: soy auténtico, sufro, si miento veo que no sufro y no tengo castigo ni juicios, por lo tanto invento, dejo de ser impecable pero me adapto a una sociedad llena de embustes porque todos son así. Pues no señores. Porque si invertimos este proceso sería: no digo trolas porque soy auténtico y si digo la verdad nadie tiene porque juzgarme ni castigarme, y si he hecho algo malo, asumo las consecuencias porque todo el mundo puede equivocarse y me permito el lujo de hacerlo.
Y lo peor de todo es que en tu interior sabes que dices mentiras pero estás tranquilo porque no has tenido castigo alguno. Segundo ejemplo. Estás mal con tu pareja, lleváis dos semanas enfadados y casi no os habéis ni besado en ese tiempo. Justo tienes una cena con tus antiguos compañeros de colegio y allí te vuelves a encontrar con tu amor platónico de entonces que está por ti durante toda la noche. Te acompaña a casa y al despediros os besáis. Sabes que sólo será eso porque cada uno tiene su vida, pero sólo disfrutabáis del reencuentro y tu te has sentido tan protegida y arropada que te dejas llevar. Pero sabes que no va a ser más que eso. Llegas a casa, tu pareja te pregunta cómo ha ido la cena y le contestas con un bien, sin explicar nada más de lo sucedido.

¿Porqué? Por evitar el castigo, que podría ser perder a tu pareja. ¿Y qué pasa entonces? Que evitas el juicio pero a la vez dejas de ser impecable, de asumir tus errores y de tomar las riendas de tu vida. Y como consecuencia se crea una culpabilidad dentro de ti: falsificar la realidad por no perder a tu compañero. Pero esa culpabilidad estará ahi, ocupando un rincón en la mochila que arrastras de cosas negativas. Y que a la larga puede incluso somatizarse en enfermedades físicas si se junta con otra clase de emociones y problemas que surgen o que no has resuelto. Y ya no hablemos de si tu marido se entera de lo del beso.

Y así vamos por la vida incierta, por un mundo de calumnias lleno de gente falsa y borrosa.
Es más fácil decir la verdad. Te podrás sentir culpable por tu error. Pero si encima mientes, te sentirás doblemente culpable por tu fallo y por haber contado cuentos. Serás egoista por evitar el castigo y encima no serás un persona auténtica. Si eres sincero cabe la posibilidad de que la sentencia sea menor de lo que esperabas y te sentirás muchísimo mejor contigo mismo. Si no lo eres corres el riesgo encima de que se enteren. Serás doblemente castigado.

Mires por donde lo mires, la raíz está en ser impecable. Tu decides lo que quieres ser.
No hagas caso cuando te digan que debes ir a tu bola, que debes pensar en ti y que los demás no importan nada. Quién te lo diga está harto de sufrir, está asumiendo ser impuro. Empecemos por ser auténticos y así cambiaremos el mundo, porque el mundo está formado de personas y las personas siempre están a tiempo de cambiar. Di la verdad siempre, asume tus errores y las consecuencias. Sólo así podrás evolucionar. Solo así podrás empezar a sentirte mejor y a hacer sentir mejor a los demás y estoy segura que te llevarás sorpresas porque los castigos no son lo que esperabas. Cuando eres justo, la vida también lo es contigo.